Cuarentena: Las ratas y otras plagas toman las calles de Buenos Aires en busca de comida
Los humanos se repliegan y la fauna urbana avanza. El Gobierno argentino ha tenido que autorizar el trabajo de las empresas que fumigan para combatirlas
En el sur de Buenos Aires, un vecino sube a una escalera para dejar un cebo en la medianera, de cinco metros de alto. Su compañero de cuadra se estira desde la terraza y va llevando el suyo con un palo hasta el lugar indicado. Así los instruyó por WhatsApp el dueño de una empresa de control de plagas, que hasta este viernes no tenía autorización para ir a la manzana en persona.
“Hace tres días que veo una rata o dos dando vueltas”, cuenta Mariano (47), que vive en Magallanes, entre Isabel La Católica y Jovellanos, y tuvo que implementar esta salida de urgencia frente a los “nuevos vecinos”, así lo indica un reportaje del diario argentino Clarín.
Ratas, mosquitos, cucarachas, alacranes, polillas, chinches de cama. Los humanos se repliegan y la fauna urbana avanza. O, mejor dicho, sale de sus rincones para poder comer. Los porteños debieron pasar dos semanas sin control doméstico de plagas, mientras las empresas del rubro pedían estar exceptuadas del aislamiento por coronavirus. El viernes pasado se rehabilitó la actividad en las viviendas, aunque los cambios de hábitos de estos animales no sean tan fáciles de frenar.
“Vi una rata desde el balcón”, cuenta Ana (23), vecina de Palermo, uno de los barrios donde más se habla de esta supuesta “invasión” de roedores. Edgardo (75), que vive en Nicaragua, casi Gurruchaga, encontró cuatro en su casa en los últimos días. Es un fenómeno que se observa en mayor medida en zonas de restaurantes, muchos de ellos ahora cerrados, pero que también se registra en otras áreas de la ciudad, como la céntrica esquina de Florida y Corrientes, el Paseo del Bajo y hasta las casas bajas de Barracas, por citar sólo tres ejemplos.
Esta semana, la Unión de Cámaras y Asociaciones de Buenos Aires en Manejo de Plagas (Ucaba) hizo oír su reclamo para que el rubro sea incluido entre las excepciones al aislamiento social preventivo y obligatorio y así poder volver a trabajar en edificios y casas. El viernes, finalmente, la Decisión Administrativa 450 del Gobierno nacional habilitó el funcionamiento de ocho actividades, entre ellas las de servicios esenciales de mantenimiento y fumigación.
Desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la ciudad sostienen que no registraron un aumento en la cantidad de roedores. “Quizás se puede haber llegado a ver más porque, como no hay tanta gente en la calle, salieron más también”, sostiene un vocero de esa cartera. Aclaran también que el aislamiento no frenó los operativos de desratización habituales en espacios públicos.
En las empresas observan sin embargo que “hay mayor presencia de alacranes y roedores en consorcios, de acuerdo a la cantidad de llamados que estamos recibiendo”, según precisa Amílcar Pérsico, vicepresidente de la organización. Y agrega: “A largo plazo inciden también el cambio climático y otros factores. Pero también el hecho de que las plagas tienen una altísima tasa de reproducción y, si no se hacen controles, se dan estas consecuencias”. Es que una rata puede llegar a tener hasta 18 crías cada 75 días. Y una cucaracha puede poner entre 30 y 40 huevos de una sola vez.
“Los animales que son plaga van tomando posiciones. En los consorcios tenés que llevar un control periódico y prevenir. Si te retiraste y después te llaman, solucionarlo lleva mucho tiempo”, advierte el responsable de una empresa de control de plagas con más de 40 años en el barrio de Devoto. Esta semana se cruzó hasta Recoleta a sacar cuatro ratas del departamento de una mujer de 80 años. Se amparó en la excepción a actividades de asistencia a terceros u otras causas de fuerza mayor.
En este escenario, dicen los expertos, las plagas van ganando terreno no tanto porque haya muchos más ejemplares sino, principalmente, porque cambiaron de hábitos: con tantos restaurantes cerrados, hay menos residuos en los contenedores y roedores e insectos buscan comida en los locales que hayan dejado insumos allí, o bien salen a la calle y entran a donde sea. En tiempos en los que se recomienda ventilar ambientes por el coronavirus, estas comprobaciones suenan preocupantes, como mínimo.
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En el sur de Buenos Aires, un vecino sube a una escalera para dejar un cebo en la medianera, de cinco metros de alto. Su compañero de cuadra se estira desde la terraza y va llevando el suyo con un palo hasta el lugar indicado. Así los instruyó por WhatsApp el dueño de una empresa de control de plagas, que hasta este viernes no tenía autorización para ir a la manzana en persona.
“Hace tres días que veo una rata o dos dando vueltas”, cuenta Mariano (47), que vive en Magallanes, entre Isabel La Católica y Jovellanos, y tuvo que implementar esta salida de urgencia frente a los “nuevos vecinos”, así lo indica un reportaje del diario argentino Clarín.
Ratas, mosquitos, cucarachas, alacranes, polillas, chinches de cama. Los humanos se repliegan y la fauna urbana avanza. O, mejor dicho, sale de sus rincones para poder comer. Los porteños debieron pasar dos semanas sin control doméstico de plagas, mientras las empresas del rubro pedían estar exceptuadas del aislamiento por coronavirus. El viernes pasado se rehabilitó la actividad en las viviendas, aunque los cambios de hábitos de estos animales no sean tan fáciles de frenar.
“Vi una rata desde el balcón”, cuenta Ana (23), vecina de Palermo, uno de los barrios donde más se habla de esta supuesta “invasión” de roedores. Edgardo (75), que vive en Nicaragua, casi Gurruchaga, encontró cuatro en su casa en los últimos días. Es un fenómeno que se observa en mayor medida en zonas de restaurantes, muchos de ellos ahora cerrados, pero que también se registra en otras áreas de la ciudad, como la céntrica esquina de Florida y Corrientes, el Paseo del Bajo y hasta las casas bajas de Barracas, por citar sólo tres ejemplos.
Esta semana, la Unión de Cámaras y Asociaciones de Buenos Aires en Manejo de Plagas (Ucaba) hizo oír su reclamo para que el rubro sea incluido entre las excepciones al aislamiento social preventivo y obligatorio y así poder volver a trabajar en edificios y casas. El viernes, finalmente, la Decisión Administrativa 450 del Gobierno nacional habilitó el funcionamiento de ocho actividades, entre ellas las de servicios esenciales de mantenimiento y fumigación.
Desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la ciudad sostienen que no registraron un aumento en la cantidad de roedores. “Quizás se puede haber llegado a ver más porque, como no hay tanta gente en la calle, salieron más también”, sostiene un vocero de esa cartera. Aclaran también que el aislamiento no frenó los operativos de desratización habituales en espacios públicos.
En las empresas observan sin embargo que “hay mayor presencia de alacranes y roedores en consorcios, de acuerdo a la cantidad de llamados que estamos recibiendo”, según precisa Amílcar Pérsico, vicepresidente de la organización. Y agrega: “A largo plazo inciden también el cambio climático y otros factores. Pero también el hecho de que las plagas tienen una altísima tasa de reproducción y, si no se hacen controles, se dan estas consecuencias”. Es que una rata puede llegar a tener hasta 18 crías cada 75 días. Y una cucaracha puede poner entre 30 y 40 huevos de una sola vez.
“Los animales que son plaga van tomando posiciones. En los consorcios tenés que llevar un control periódico y prevenir. Si te retiraste y después te llaman, solucionarlo lleva mucho tiempo”, advierte el responsable de una empresa de control de plagas con más de 40 años en el barrio de Devoto. Esta semana se cruzó hasta Recoleta a sacar cuatro ratas del departamento de una mujer de 80 años. Se amparó en la excepción a actividades de asistencia a terceros u otras causas de fuerza mayor.
En este escenario, dicen los expertos, las plagas van ganando terreno no tanto porque haya muchos más ejemplares sino, principalmente, porque cambiaron de hábitos: con tantos restaurantes cerrados, hay menos residuos en los contenedores y roedores e insectos buscan comida en los locales que hayan dejado insumos allí, o bien salen a la calle y entran a donde sea. En tiempos en los que se recomienda ventilar ambientes por el coronavirus, estas comprobaciones suenan preocupantes, como mínimo.
“Los roedores tienen cuerpos muy flexibles: donde pasa un dedo, pasa una rata. Entran a cocinas que no estén herméticamente cerradas o empiezan a colonizar consorcios donde se hayan dejado alimentos”, explica Ricardo Ferrario, autor del libro Gestión integral de plagas y dueño de la empresa de fumigación Clean City.
Rendijas de puertas o huecos en la pared, cañerías con salida por inodoros y desagües: todo les sirve. “Las ratas pueden incluso roer gomas de burletes y durlock, o fatigar metales finos hasta cortarlos. Además de comer, necesitan gastar sus dientes, que crecen a razón de un centímetro por mes”, detalla Ferrario.
Los roedores no son los únicos que ganaron protagonismo en estos días. También los mosquitos, en buena parte por una cuestión estacional. E incluso volvió una especie importada: las chinches de cama. Fuentes cercanas al sector las vieron sobre todo en Recoleta y Retiro y aclaran que el tratamiento es “intensivo, costoso y puede durar semanas”. “Muchas de ellas vienen en las valijas de turistas de Europa y los Estados Unidos”, agrega Ferrario. Entre el asedio de especies autóctonas y extranjeras, la reciente rehabilitación del control doméstico de plagas suena tan positiva como necesaria.
Fuente: eldeber.com.bo